miércoles, 29 de junio de 2011

The Beaver - Mi otro yo

Me pareció una película triste, a pesar del final "feliz" que intentaron poner para que no te fueras a casa cortándote las venas. Más allá del tema de la depresión, muestra situaciones duras de la vida, que desafortunadamente, de una u otra forma se experimentan de manera más o menos cercana.

¿Secretos familiares que destrozan a sus miembros?

¿Hijos que no quieren parecerse a sus padres y crecen sin modelos coherentes?

¿Hijos cuya mayor ilusión sería desaparecer o irse de casa?

¿Hijos con problemas sociales y académicos por problemas familiares?

¿Padres que no se ocupan de sus hijos más allá de cubrir la parte económica?

¿Inmuebles que se vienen abajo como reflejo del desmoronamiento familiar?

¿Parejas que viviendo bajo el mismo techo se evitan poniendo de pretexto el trabajo?

Realmente, el panorma mostrado es desolador y permite la identificación con uno o varios de los aspectos tratados. Pienso que tras esa obscuridad mostrada, lo que corresponde es replantearse muchas concepciones, como:

la importancia de tener un sólido sentido de vida trascendental
y
la urgencia de que la familia vuelva a ser reconocida como institución cuya misión sea ser formadora integral de la persona en el amor.

De esta forma se podría comenzar a erradicar el individualismo, hedonismo y consumismo que han colaborado con el debilitamiento de la familia y por tanto, de la sociedad, abocando a la persona a espejismos de felicidad que tan sólo dejan soledad, insatisfacción, infelicidad y frustración.

Suena atractivo el ser otro, deconstruirse e inventarse de nuevo, pero esto no funciona si se niegan las raíces y el pasado. Es necesario aceptar lo anterior, errores y aciertos, para poder modificar o fortalecer lo necesario para mejorar y crecer como personas. Intentar hacer un reset como las computadoras es imposibley al final destruye. Lleva a vivir una fantasía que acaba autolesionando. Los problemas, fracasos, equivocaciones, miedos y enfermedades empiezan a solucionarse cuando se reconoce su existencia.

El aumento de divorcios y depresión infantil, juvenil y adulta son alarmante, por tanto, es imperativo que se reconozca para poder empezar a encontrar soluciones, no basta conformarse con definir la situación con "nuevos modelos de la época moderna", mientras se vea que tras estos, no existe fundamento para la felicidad y que no están favoreciendo ni a la humanización de la persona ni de la sociedad.

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