Crecí y distintas realidades intentaron robarme a esa Princesa que todavía creía que encontraría a su Príncipe Azul, bueno, al menos en un principio al Sapo...
Las soluciones parecían ser: conformarme con algún “es-bueno-pero”, realizar artimañas para conquistar al que ni se percataba de mi existencia, o seguir autoconvenciéndome con el “más vale sola que mal acompañada”.
Me aconsejaron acertadamente que me conociera para forjarme de acuerdo a mi Sapo ideal, y que diferenciara los requisitos esenciales de los excusables. Pero el Jefe cambió mis planes…
Paradójicamente: no era lo que esperaba, pero era más de lo que esperaba:
Un adulto que no deja de ser niño.
Posee esa sencillez, espontaneidad y transparencia infantil del que va por la vida sin complicaciones, aunque su pensar y actuar justo lo delatan maduro, responsable y verdaderamente libre, no teme al compromiso ni al sacrificio.
Tiene el ingenio del niño que sabe arrancarte una sonrisa con ocurrencias, incluso cuando intentas enojarte, pero es un hombre porque lo hace concientemente, y si no lo logra, sabe simplemente estar ahí.
Sigue en la edad de los ¿por qués?... Por eso es interesante. Se cuestiona y me cuestiona, pero sabe escuchar y reflexionar. Sin compartir aspectos fundamentales para mí, busca conocerlos, respetar y ayudarme a ser congruente.
Ante las historias de terror que se oyen, a veces pienso que es un marciano…
No sólo porque entre los dos limpiamos y cocinamos. Sino que realmente me ama, me lo dice con palabras y acciones. Me hace sentir la mujer más especial, aún cuando el espejo se acaba de romper al verme. Las sorpresas y detalles nunca faltan. Procura equilibrar trabajo – familia. Nos divertimos mucho, haciendo extraordinarias cosas ordinarias.
Él no es perfecto, pero ahí está su encanto. Intenta ser mejor, rompe mis esquemas y nos complementamos.
Juntos caminaremos hasta la eternidad, donde podremos agradecerle al Jefe el gran regalo de poder enriquecernos en las diferencias. Durante años le pedí cuidara de mi futuro esposo, ahora pido que se encuentre con Él… Si ya mi marido vive de forma ejemplar el amor y tantas virtudes…si se dejara tocar…
No me arrepiento de haberme esperado y seguir siendo una Princesa que cree en los cuentos de hadas. Sé que el típico final, “fueron felices para siempre” es utópico sin un amor capaz de sacrificarse. Nosotros queremos escribir un cuento real, con sus alegrías, preocupaciones y tristezas.
2 comentarios:
Que bonita historia... es la priera vez que me tomo la molesita de sentarme a leer algo... ultiamente no he tenido timepo de hacerlo y debo decir que te quedo muy bonito esto del sapo azul.......
espero seguir leeeeeiiiiendo algo asi en tu blog..
saludos a todos
tqm
att: Wentz
Anita!!! Qué emoción q lo leas y q bueno q te gustó... Tú sigue comentando!!
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